11.10.17

Din Din Dong :{º

Relato breve apocalíptico

Había sucedido, era cuestión de tiempo que aquello reventase por todos lados.
Mónica lo sabía bien.
Desde que la empresa de residuos tóxicos le comentase que no tenían suficiente experiencia ni medios como para manipular todos y cada uno de los elementos que poseían, se temió lo peor. Un puñetero vacío legal; así se explican muchas cosas que suceden en este mundo.

Nunca había sido valiente; ni siquiera un mínimo de valiente.
Entró a trabajar en esa maldita empresa únicamente por seguir con la cotización, no por ganas. Y luego, ya ves, para dos cochinos años.

Ahora era todo distinto. Ojalá pudiera siquiera picarle un mosquito.

Una cantidad enorme de residuos tóxicos gaseosos estaba invadiendo lentamente la ciudad desde hacía semanas. Casi todo ser animal y vegetal estaba muerto en doce kilómetros a la redonda, ésa cosa no hacía más que chupar la vida con sólo unas pocas horas de contacto directo.
La situación se ponía tensa poco a poco y los informativos comentaron, los primeros días tras el accidente, que no había necesidad de escandalizarse.

"¡Ja! Nos quieren muertos, totalmente muertos. Hay casi siete mil millones de personas en el mundo, ¿qué más da diez mil menos?"

Ella sabía muy bien cual había sido su papel en todo aquel desastre, no había querido comentárselo a nadie por terror a las posibles repercusiones. No era tonta, sabía que la castigarían a cadena perpetua.

"¡Malditos! Mierda... Me dejasteis sola manejando esas jodidas cosas... Lo imaginabais." - se quejaba Mónica en soledad durante esos días.

No se había fugado aún, como sí habían hecho sus compañeros, por no asustar a su familia y a sus amigos. Todos ellos observaban y juzgaban el suceso -de la misma forma que se hablaba en las noticias- como una contaminación mínima que había hecho algún estrago a plantas y animales del lugar; pero en ningún momento hablaron de la repercusión a nivel humano.

"Un pack de mascarillas de esas de los chinos a tres euros y solucionado." - decía la madre de Mónica al detectar que su hija se ponía nerviosa cuando salía el tema.
Las madres son así, toman decisiones para evitar ver sufrir innecesariamente a sus hijos.

Súper decisión por otro lado porque Mónica sabía lo que sucedía y no estaba dispuesta a contaminarse a pesar de la calma de los medios.
Un filtro potente de última generación era capaz de romper el problema, y tanto su familia como sus dos mejores amigas lo tenían colocado en el sistema de ventilación de sus casas y trabajos. El gran problema era la calle...

Así todo Mónica no estaba tranquila y necesitaba saber cómo iba todo por casa a pesar de las llamadas constantes a su madre. La última vez que le descolgó el teléfono fue hacía diez horas...

-- -- --

Las ruedas del coche chirriaron y bajó rápidamente de su todoterreno. Atravesó deprisa los parterres llenos de orquídeas mustias que habían plantado su padres hacía sólo un mes, y se dispuso a llamar a la puerta.

"¡Pero qué coj...es!" - soltó bruscamente Mónica.

Había tropezado abruptamente con el escalón que daba acceso a la entrada de la casa. Apenas podía ver con la máscara anti-gas especial que llevaba puesta, era tan voluminosa que su visión quedaba reducida a cuatro centímetros frente a cada ojo. Su presencia impactaba, parecía sacada de un documental sobre nazis.
Consiguió llegar y tocar el timbre que resonó ampliamente en el interior de la residencia.

Nada.

Volvió a tocar.

                    Din. Din. Dong.

                    Din. Din. Dong.

                    Diiin. Diiin. Dooong.

A Mónica estaba a punto de darle un ataque. Sin pensárselo dos veces corrió al parterre, agarró una gran piedra y comenzó a golpear repetidamente la vidriera que había junto a la robusta puerta de madera.
Mientras su sangre bombeaba rápidamente hacia su cerebro, su corazón y su mano, la chica comenzó a pensar en la ironía que sucedió cuando sus padres construyeron la casa hacía ya ocho años.

"¡No mamá!, ¿cómo se te ocurre poner una vidriera tan grande a pié de calle, no ves que así te entran a robar en nada?"

"Ay hija..., pero no me digas que no es bonito. ¡Llenará de colores el recibidor por dentro!. Ha sido mi sueño desde niña. Así, junto a la puerta principal, como las estrellas de Hollywood."

"Vamos a dejarla. Tu madre me tiene harto con la dichosa vidrierita. Pensábamos poner alarma así todo..."

Con la mano llena por decenas de rasguños la chica consiguió hacer un hueco lo suficientemente grande como para atravesar el cristal. Jadeante, Mónica entró. Silencio. Mala señal, sus padres siempre ponen la alarma cuando se van de casa, incluso cuando iban a comprar el pan a la vuelta de la esquina.

Con los ojos desorbitados empezó a buscar lo que tantas veces le había quitado el sueño los últimos días: el potente filtro del aire.

Al llegar al lugar no pudo evitar soltar un gran quejido de dolor y ansiedad. El filtro, que se debía renovar cada año, había caducado.

Sus padres se hallaban en la lavandería, tumbados muertos junto a la ropa de cama que estaban sacando de la secadora.

"La humedad... Fuck. Los ambientes húmedos provocan la proliferación del gas tóxico... Dios, si estás ahí, ayúdanos." - dijo llorando.

-- -- --

Sentada en el suelo frío de aquella habitación, necesitó unas horas para tomar la decisión y afrontar la realidad. Nunca había estado sola y, ahora, lo estaba por culpa de ella.

"Estoy bien jodida. Qué narices hago ahora." - pensó lentamente.

Un sólo latido más le empujó a la decisión.

"Me piro." - dijo asintiendo con la cabeza.

-- -- --

Salió del coche aparcado en doble fila y empezó a correr. Buscó en el bolso las llaves a los pocos metros de llegar a su portal. "Cogeré sólo lo necesario...".

                    ¡¡Pum!!

Un disparo de pistola surcó el callejón anexo a donde ella se encontraba. Mónica se quedó congelada con las llaves cogidas con fuerza aún en el interior del bolso. Oyó pisadas desacompasadas acercándose.
Debía darse prisa.
Cada vez estaban más cerca...

Dos hombres de unos treinta y tantos años cubiertos con trozos de tela negra cual momias del siglo XXI torcieron la esquina y se encontraron a unos pocos metros de donde ella se encontraba.

Los hombres, riéndose entre ellos, se echaron una mirada de complicidad y Mónica no lo pensó ni un segundo: soltó el bolso y la chaqueta de golpe y echó a correr.
Sintió, con grata sorpresa, que sus piernas aún funcionaban como cuando competía en el equipo de atletismo de la universidad.

Llegó a la avenida pero no vio a nadie. Enfiló su dirección hacia una pequeña calleja al otro lado  recordando que estaba plagado de pequeños recovecos -fruto de un urbanismo mal pensado-.

Al correr por esa calle, decidió arrodillarse detrás de un gran cubo de basura que estaba hasta los topes y, acto seguido, jadeando todavía por el cansancio y el susto, intentó crear silencio tapándose la boca con las manos. El corazón le bombeaba tan rápido que era imposible escuchar algo más allá del traqueteo de su órgano, pero intentó serenarse.

Al cabo de un minuto su mente cantó victoria al descubrir que no habían podido seguirla. Todo estaba en silencio.

                    Clic

"Dame esa puta máscara o te juro que te mato".

Una pareja se encontraba a dos metros de ella, estaban acurrucados entre las bolsas de basura. Ella, entre sus brazos, tenía espasmos musculares y los ojos se le movían en todas direcciones: se estaba envenenando.
Él, con una máscara industrial, había puesto la pistola que llevaba en su mano a escasos centímetros de la cabeza de Mónica.

"N...no."

                    ¡¡Pum!!

La chica responsable de aquel desastre había muerto.

-- -- --

El chico cogió rápidamente la máscara anti-gas y lo colocó con extrema suavidad en el rostro de la muchacha que empezaba a echar saliva por la boca. Apretó la correa en la parte del cogote y se tumbó junto a ella dejándola tiempo. Le retiró un mechón de cabello. Los espasmos seguían, pero al menos las órbitas de los ojos empezaban a tener un movimiento más normal.
No podía soportar aquel sufrimiento por mucho más tiempo...

Cogió a su mujer en volandas procurando no hacerla daño y empezó a salir del refugio provisional mirando precavidamente a todos lados.

"Ojalá termine pronto esta locura, Ale." - dijo mientras la miraba.

La joven hizo contacto con sus ojos mostrando los párpados caídos y las cuencas rojizas; a pesar de ello era la señal de que el artefacto estaba funcionando. La mejora era increíblemente rápida.

"Puede que te quede alguna secuela, mi amor, pero yo estaré ahí." - aludió emocionado.

Ella le respondió con un ligero movimiento de mano sobre su pecho. No podía hacer más, estaba totalmente extenuada.

"Tranquila, no te esfuerces, tú intenta respirar con normali..."

                    
¡¡Pum!!

"¡Jajaja, mira qué tenemos aquí, la máscara que buscábamos!"

Los dos tipos cubiertos con fragmentos de tela negra habían disparado al chaval a sus espaldas y a bocajarro.
Al caer la pareja al suelo, él desangrándose y ella medio inconsciente, el dúo se acercó para hacerse con las mascarillas. Fue más fácil que robarle una piruleta a un niño. Rápidamente se deshicieron de los trozos de tela impregnados de productos químicos que tenían ante la boca y la nariz y los sustituyeron por sus recompensas.

Se miraron e hicieron una señal con el dedo, eran ambas de buena calidad y funcionaban.
Acto seguido, la segunda momia le cogió la pistola al primero y apuntó a la cabeza de la chica que estaba en el suelo intentando moverse.

                    ¡¡Pum!!

-- -- --

Fox y Rabe comenzaron a subir la empinada colina llena de urbanizaciones que permitía observar casi toda la ciudad a vista de pájaro. Desde lejos, con todas aquellas telas sucias, parecían auténticos monstruos surgidos de una película de terror de los sesenta.

-- -- --

Quizá consiguiesen sobrevivir a aquella catástrofe..., ¿o no?
No, acabaron muriendo atropellados por un Rolls-Royce platino conducido por un elegante chófer llamado Xavier que sólo seguía las indicaciones de su jefe, sentado en la parte trasera del vehículo.

Los chicos que habían asesinado a los que mataron a la responsable de la catástrofe, habían fallecido.
Qué irónica es la vida a veces, ¿verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Feed my head con vuestros comentarios!